Aceptación y aprobación.
Aceptación, aprobación.
Pretender complacer a todos y sentir la necesidad de ser aprobada es una desgastante dupla. Darme cuenta de ello me trae el regalo de una afortunada reflexión.
Es caminar con el viento en contra, que hace resistencia a mis pasos; es sentir la brisa helada que quema mi rostro; es observar la fuerza que hago para seguir al ritmo que venía, y ver cómo el viento mueve mi cuerpo.
Cuando lo reconozco, todo me obliga a detenerme y a preguntarme: ¿Qué pretendo con esto? ¿Lograr seguir al paso que me propuse sin importar la dificultad?
Y es que detrás de esto, puedo observar el querer hacerme notar de alguna manera, entonces me pregunto: ¿Para qué?
Es cuando apago el automatismo con el que actúo y tomo conciencia, que la respuesta llega de inmediato: Para ser vista, aprobada y admirada.
Observar otras acciones en mi espejo fue una invitación a sumergirme en un cúmulo de nubes densas y oscuras, en las que temí entrar.
Sin embargo, volverme consciente de que todo habla de mí, no me permite darle la espalda a lo que sé que tengo que mirar. Así que tomo la decisión de quitar con mis manos las nubes que ocultan eso que quiero pulir y hacer brillar, sin importar el tiempo que me tome.
Reconocí que me gusta escuchar halagos, que me aprueben, con eso, momentáneamente mi ego me dice: ¡Buen trabajo!, pero luego en mi intimidad, no me siento plena.
Parece que los halagos y la aprobación de otros se diluyen y comienzan a formar parte de las nubes que empañan mi visión. Además, se convierten en la presión de seguir llenando expectativas ajenas. Esto es un pozo sin fondo, un círculo en el que no distingo su principio, ni su fin.
Para ser auténtica, es necesario ser valiente para observarme sin temor. También es necesario estar alerta a mis pensamientos y a mis acciones, que se han convertido en reacciones automáticas.
Es un alivio pensar que conservo el comodín de volver a elegir lo que deseo hacer o decir.
Mostrarme tal y como soy, sin dañar a terceros, pero principalmente sin dañarme, sin ocultarme, es asumir la responsabilidad de ser quien soy.
Aceptarme, aprobarme, complacerme, reconocer mi valía, sentirme suficiente, saber que soy única y que no hay nada malo en mí, son palabras y frases conocidas por todos, pero cambian cuando decido trabajar en ellas, vivirlas como experiencia para integrarlas, y saber que eso es lo que le pondrá fondo al pozo y romperá el círculo de esperar que otro me dé lo que yo tengo en mi interior, que es lo único que me hará sentir plena.
La coherencia requiere del coraje de permitir ser guiado por tu corazón.
Emilu.
Texto escrito en Marzo de 2021.
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