Inmigrantes.

Inmigrantes.

 Inmigrante, una palabra constante en mi vida,  constante en la humanidad. Quienes la vivimos de cerquita, llegamos a comprender que la vida nos mueve con sabiduría.


Cuando salimos de la tierra donde nacimos, ser flexibles es una decisión que ayuda a traspasar los límites de tu mente, así como aceptar lo nuevo, mirar con gratitud y asombro lo diferente, alivia el corazón que dejó parte de sí en otro sitio.

El inmigrante lleva el hogar consigo. El corazón se convierte en el hogar, que en mi caso está dividido en muchas partes del mundo, pero sigue en mí llenito de amor.

Quien decide emigrar no lleva pertenencias, solo un equipaje de miedos, incertidumbre, anhelos un tanto confusos, recuerdos y esperanzas. Quienes llevan mejor equipaje, llevan la confianza y la certeza de estar siempre asistidos por algo superior a ellos mismos. 

La mayoría que decide partir va en busca de oxígeno, y generalmente encuentra más que eso. 

Para lograr ver, conveniente sería limpiar el cristal a través del cual miramos, así como el espejo en el que nos reflejamos. Así, mirando un poco más allá de lo evidente, encontraremos el diamante oculto en nuestras complejas emociones y dramas.

Somos el resultado de migraciones, de mezclas increíbles que observamos en las comidas, costumbres, tradiciones, y en la fisonomía de la gente. Y aunque poseemos nacionalidad específica,  podemos decir que somos un poquito de todas partes. 

Por eso, sentirse o permitir que te hagan sentir diferente carece de sentido, no suma cuando más necesitamos multiplicar bondad con nosotros mismos.

Somos una sola raza, solo humanos.


“Ser feliz es mi color de identidad”, Facundo Cabral.


Emilu.

Texto escrito en febrero de 2021.

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