La muerte.
La muerte.
Un poco antes de la muerte de mi mamá, comencé a prepararme para afrontar lo que parecía inevitable en ese momento. Para ello, revisé mi sentir y también leí mucho al respecto, fui comprendiendo algunas cosas, como que mi concepto sobre la muerte estaba condicionado por mi cultura, creencias y educación.
Yo sentía que no había preparación posible. Ahora, paso a paso, he quitado un velo de mis ojos.
Hoy pienso que la muerte siempre te sacude, te conmueve y mueve tus sentimientos más profundos y verdaderos, te hace más compasivo y misericordioso con tu propio sentir y con el sentir de los demás. Entonces me pregunto: ¿Puedo juzgar de mala a la muerte?
La muerte te hace un humano más sensible.
Teniendo en cuenta que, cuando alguien muere, experimenta un proceso de transformación, el cuerpo vencido se apaga, pero su Espíritu, la energía que habitaba ese cuerpo debe cambiar de plano, y se transforma para ello.
La muerte libera al cuerpo del sufrimiento y dolor terrenal.
Comprendí que todas mis lecturas y nuevo entendimiento acerca de la muerte no evitan que me sorprenda y me sienta triste ante ella, sin embargo, me ha servido para afrontarla de manera menos traumática, así como para no caer en el sufrimiento.
Necesario ha sido reconocer que viviré y experimentaré el duelo para superar el dolor, que es normal.
He llegado a comprender que la muerte no existe, de manera sencilla, en mi corazón no existe.
En estos momentos, la muerte me ha dicho que siempre ha estado sentada a mi lado, me ha recordado que siempre ha estado ahí, pegadita a mí.
Y entonces me pregunto: ¿Vamos a seguir igual que siempre, o vamos a aprender algo? La muerte me sacude para que voltée la mirada a la vida, la vida que soy yo misma, para que voltée a mirar en cada instante la oportunidad de vivir bien, para que valore y haga mi trabajo interior inevitable, de aceptación, de hacerme amiga de la incertidumbre y aceptarla como parte de la nueva realidad, aprender a vivir en la confianza de la perfección de los procesos de la vida.
Lo que vivimos en el mundo en este momento me invita a vivir más que siempre en el presente y a preguntarme: ¿He cambiado?, ¿después de todo soy mejor ser humano?, ¿más consciente?, ¿estoy conectada conmigo misma?, ¿cultivo mi silencio?, ¿cómo está mi corazón?
Todas las respuestas que me dan paz las encuentro en mi interior, sin ninguna duda. Las encuentro conectadas con la decisión de vivir en gratitud, hábito que esta en mi inventario de lo mejor que hice en 2020.
Edición Gracias a Melissa Pérez-Segnini.
Emilu.
Texto escrito en Enero de 2021.
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