Todo cambia.

 Vivimos en permanentes cambios, cambiamos individualmente, cambia la sociedad, cambian las emociones y los sentimientos. Cambia nuestro físico y nuestros intereses. Cambiamos nuestras creencias, costumbres y paradigmas.

Cuando me encontré con mi hermano después de seis años, comprobé que hemos cambiado, los dos hemos crecido, nos hemos transformado. Somos una mezcla de nuestras raíces, de nuestros valores y principios unidos a las experiencias que cada uno ha vivido. Tenemos visiones diferentes de algunos temas, coincidimos en otros. Nuestros caminos de vida han sido diferentes.

Luego de abrazarlo, mirarlo a los ojos, observar su rostro, su manera de conducirse, de hablar y de demostrar su cariño, concluí que somos los mismos, que siempre será así, que la distancia, los cambios y el tiempo no disminuyen nuestro amor de hermanos, tampoco nuestros deseos de apoyarnos y vernos pronto de nuevo.

Estamos unidos por hilos de amor tejidos por nuestros padres y nuestra maravillosa familia. Somos hermanos, almas con pactos amorosos e irrompibles.

Todo cambia si, hasta el amor se transforma, pero nuestra esencia sigue siendo la misma, también nuestro vínculo, así como la gratitud por ser hermanos. La transformación que percibo es que ahora somos más conscientes de lo que tenemos y de lo que somos.

Bendito amor.

Emilu.

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