Después de 4 años me reuní con parte de mi familia, con mis bases y con mi pilar amoroso, mi papá. 

Fueron unos días maravillosos, un regalo amoroso lleno de risas, lágrimas, bondad, entrega, generosidad y gratitud.


Cuando abordé el avión para ir al maravilloso y anhelado encuentro, me dije: disfrutaré del trayecto externo e interno que viviré. Así lo hice,  hasta perder un vuelo fue parte de la emoción, de la perfecta aventura que se convirtió en una anécdota que me confirma que enfrentar los miedos me hace más fuerte y me revela de que soy capaz. 


Por momentos me desvié del camino que me propuse, entonces en silencio y reconociendo mis emociones decidí volver al rumbo, ese rumbo tenía nombre: Disfruta de tu presente, de lo que es.


Ver a mi papá, a Gloria,  a mis hermanos, sobrinos, cuñadas y primos juntos, llenó mi inmigrante corazón de amor, y ese amor se reflejó en mi cuerpo, me sentí plena, feliz y cada célula de mi cuerpo se llenó de gratitud.


Observar a cada uno con sus diferencias, con sus acciones, ocurrencias y maneras de demostrar el amor, me llena de gratitud,  pues reconozco que cada uno forma parte y complementa el grupo unido que somos. Cada uno es un pétalo de una rosa que sembraron mis ancestros, que regaron, cuidaron y ahora nosotros abonamos y atesoramos como lo más valioso que tenemos y a lo que con orgullo pertenecemos. Estoy segura que es un sentimiento compartido por todos, quienes nos vimos y quienes desde su corazón estuvieron ahí junto a mí. 


Abracé a mi familia, y eso me lo traje, los toqué y esa sensación habita mi corazón rebosante de amor. Lo compartido me llena de sonrisas y felicidad. 


Despedirme me rompió el corazón, el dolor fue tan profundo que nubló mis ojos, opacó el brillo de mi alegría. De ese dolor han brotado lágrimas sin parar,  he llorado tanto que se ha hecho un río con mis lágrimas. 


Anoche me senté a la orilla de ese río, estaba mojada y triste, parecía que el sol radiante de Miami se había escondido entre nubes oscuras que amenazaban con torrenciales lluvias. Así fue, llovió sobre mi río de lágrimas; no obstante, el agua de la lluvia, agua pura,  hizo que mi cielo oscuro se despejara para que un rayo de sol me iluminara y comenzara a ver lo importante, lo que la tristeza pretendió esconderle a la gratitud y lo que me llevó a hacer un resumen de lo vivido.


Podría decir muchas cosas, pero solo diré lo más importante, bello y trascendente de mi encuentro con mi amada familia:

En resumen y en una sola palabra puedo definir mi encuentro como: amor.


El amor me recarga de energía,  limpia mis heridas y en poco tiempo con mi cuerpo sano, mi espíritu va a manifestar el amor que me inunda.


Estoy donde me corresponde estar. Se separan los cuerpos no los corazones.


Los corazones se mantienen unidos por los hilos irrompibles del amor. Cuando reconozco esto la distancia desaparece y siento como Dios se manifiesta en mi vida. 


Gracias a todos los amo.

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