Los regalos que me ofrece la naturaleza.


Caminar se ha convertido en una actividad terapéutica y sanadora. Salir a caminar libera mi mente y ordena mis pensamientos. Estar en contacto con la naturaleza me reconecta conmigo misma, hace que vuelva a mi centro. En mi andar ocupo mi mente con reflexiones que generalmente plasmo en mi escritura.


Cuando salgo a caminar con un motivo específico, los primeros pasos son ansiosos, doy pasos acelerados que mueven mi energía, que me agotan y me invitan a bajar la velocidad de mi andar, a descansar y a hacerme consciente de mi entorno. Entonces casi sin darme cuenta recibo los regalos que me ofrece la caminata: camino más lento, siento la brisa en mi rostro, siento como el sol amablemente me calienta y descubro que estoy sonriendo sin motivo aparente.


Ahora más que antes, me permito ir lento, porque ya no quiero apurar mis procesos, quiero respetar lo que mi cuerpo experimenta.


Cuando camino estoy conmigo, me acompaño y me doy el permiso de ser yo misma. Por momentos me sorprendo sintiéndome más liviana, con paz. Esto me anima a avanzar por el camino aunque mis piernas estén cansadas. Mi decisión de seguir en la ruta elegida hace que ahora en mi presente y a pesar del cansancio yo dé pasos con firmeza. 


Cuando no sé qué camino tomar, detenerme y respirar es una buena opción. Y si aun así sigo sin saber que hacer, quedarme en silencio y confiar funciona para mi. Ahora también sé  que equivocarme en la ruta significa aprender.


He tomado vías desconocidas, sé que puedo perderme, pero también sé que volver a la ruta es encontrarme conmigo misma.


Darme algunos permisos, aceptarme y confiar no parece fácil. Sin embargo, cuando finalmente me arriesgo a intentarlo compruebo que es más sencillo de lo que el miedo me dice.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

La cocina en mi familia

Una vida con sentido.