Perdi mi vuelo.

Con una emoción indescriptible abordé el avión con rumbo a América donde me esperaba mi familia. Era un viaje con una escala en Inglaterra. 


La emoción pasó a ser angustia e incertidumbre cuando sentada en mi puesto al lado de la ventana escuché que posiblemente tendríamos retraso para despegar. 


Efectivamente mi primer vuelo se retrasó más de media hora y la incertidumbre se apoderó de mí,  no conocer el aeropuerto en el que tomaría mi siguiente vuelo hacía más compleja mi espera, mi mente creó cualquier cantidad de posibles escenarios, todos me llenaron de angustia.


Aunque sabía que ésto no estaba bajo mi control, no quería perder mi conexión, no quería cambiar mi plan, ni perder un día en un aeropuerto. Sin embargo, sabía que las situaciones que no dependen de mí, se van a dar aunque me angustie o no, así que lo mejor era aceptar, entender que nada pasa por casualidad  y decidir disfrutar el trayecto tal y como estaba sucediendo.


Al llegar a Inglaterra corrí al tiempo que seguía las señales que me llevarian

al siguiente avión. Llegué tarde, la puerta estaba cerrada. Agotada escuché lo que me decían que debía hacer para tomar el siguiente vuelo. En ese momento todo cambió, ya no pensaba en mi plan al llegar a América, solo necesitaba ocuparme de mi presente y gestionar mi frustración.


Horas más tarde estaba en un hotel,  disfrutándolo y escribiendo parte de estas líneas. Mi vuelo sería al siguiente día. 


Hoy recuerdo lo que viví, perdí ese vuelo, así como he perdido cosas y personas en mi vida. No me subí a ese avión, así como no me he subido en algunas situaciones que rechace y nunca sabré cómo hubieran sido. No ocupé el asiento asignado a mi nombre, así como no ocupé espacios que me ofrecieron. Perdí la conexión que me llevaría a mi encuentro en el día que planifique, así como también perdí mil veces la conexión conmigo misma, esa conexión que guía mis pasos por el rumbo que es lo mejor para mí.


Hoy reviso como algunas experiencias y personas se convirtieron en el vuelo que nunca tomé. Y aunque no me faltaron ganas de vivir muchas aventuras, la puerta se cerró antes que yo llegara.


En de todo lo que vivimos está la sabiduría e inteligencia superior, esa fuerza de amor que no se equivoca y en la que día a día confío y  por lo que renuevo el compromiso de creer en que nada es casual,  en que no estoy en el lugar equivocado, ni con las personas equivocadas y estoy haciendo cada día lo que me corresponde hacer. Confío en que no hay errores por más que algunas veces yo no pueda entenderlo.


Ahora cada vez que viaje estaré atenta a las conexiones importantes de mi vida y a los vuelos que en definitiva no quiero volver a perder.


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