La mejor versión de mí

 Durante mucho tiempo he leído frases como: “Desarrolla la mejor versión de ti” o “Sé la mejor versión de ti mismo”, como un llamado al empoderamiento personal y a la autorrealización, siempre ligadas a una motivación, ya sea interna o externa.

En mi incansable búsqueda de sentirme bien, de reconocer quién soy, de crecer como ser humano, de encontrar sentido a eso de “alcanzar mi mejor versión”, he vivido momentos de profunda introspección. Me he detenido muchas veces a preguntarme qué significa realmente esa “otra versión” de mí, y qué se supone que debo hacer para lograrla… si es que hay algo por hacer.

He repetido afirmaciones, he meditado, he practicado ejercicios mentales a diario, he leído… y a pesar de mi constancia y entrega, sentía que no lograba encontrarme con esa versión más plena de mí.

Hasta que, en un momento de claridad, recordé una de las trampas más sutiles del ego: “Busca… pero no encuentres”. Y entonces comprendí: no hay nada que buscar, porque ya soy esa versión. Ya soy suficiente.

No se trata de alcanzar algo fuera de mí, sino de recordar lo que ya soy. El único paso es creerlo, saberlo con certeza… y desde ahí, comenzar a quitar las barreras —esas creencias limitantes— que he construido para no verme, para no reconocerme.

La cuestión es no alimentar la voz mental que susurra ideas de insuficiencia. Se trata de sentir. Sentir a mi verdadero ser. Sentir, para conocerme de verdad.

Atreverme a mirar, aceptar y amar al ser maravilloso, perfecto y santo que ya soy. Y no, no se trata de arrogancia, sino de verdad. Saber quién soy en esencia y liberarme de esa falsa humildad que, desde el ego, pretende convencerme de que no puedo, de que no valgo, de que no soy suficiente.

Nada de eso es real.

Soy hija de Dios. Hecha a su imagen y semejanza. Soy la extensión de su amor. Comparto su naturaleza creativa y amorosa.

Si lo creo de corazón, entonces ya soy la mejor versión de mí misma.

No busquemos. No pensemos tanto. Sintamos.


Emilu.

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