Conocerse a través del mundo.
Vivir es relacionarse: con el entorno, con los demás, con ideas, con el tiempo, con el dinero, con el trabajo y demás. Somos seres relacionales, y si nos observamos notaremos que con cada vínculo revelamos quienes somos en nuestro interior: cómo pensamos, qué creencias poseemos y cómo nos desenvolvemos en la sociedad de la que formamos parte.
Nuestra manera de mirar el mundo y de relacionarnos con él, nos lleva a emitir juicios de lo observado. Sin pensar, o sin saber, que cada juicio es una confesión: una revelación de nuestra forma de pensar y de cómo interpretamos la vida, propia y ajena.
La relación más significativa, y a su vez la más descuidada, es la que tenemos con nosotros mismos. No nos han enseñado a cuidar, a nutrir y a disfrutar de esa relación. Por el contrario; la ignoramos, la evadimos. Tenemos tanto en el exterior que nos distrae y es tan fácil como cómodo mirar hacia afuera y señalar con dedo acusador sin atrevernos a enfrentar el miedo que nos provoca mirar hacia dentro.
El cómo juzgamos al otro o al mundo que nos rodea, habla más de nosotros que de lo juzgado.
Vivir también es tener conciencia y conocernos: cuánto nos indigna que nos traicionen, pero traicionarnos a nosotros mismos, lo pasamos por alto.
Cuánto nos molesta que no cumplan lo prometido, pero cumplir lo que nos prometemos, nos cuesta y nos ignoramos.
Cuánto juzgamos la falta de voluntad o de constancia de los demás, pero cuando no somos constantes ni tenemos voluntad para hacer lo que nos hace bien, lo justificamos.
Cuántas ideas damos para que el otro cambie de actitud, pero no las aplicamos en nosotros.
Cuánto criticamos lo que sucede afuera, sin darnos cuenta que nos muestran parte de lo que llevamos dentro.
Cuánto buscamos la paz, sin darnos cuenta que nuestras acciones nos alejan de ella.
Es a través del entorno que nos conocemos. Ese reconocimiento nos abre la puerta a aceptarnos, y desde ahí, tomar la decisión consciente de cambiar o trascender aquello que nos impide estar en paz con nosotros mismos.
La paz nace desde adentro, para ello solo hace falta ir a ese lugar donde creemos que encontraremos monstruos verdes con colmillos afilados, pero cuando llegamos, solo vemos a un niño en silencio, temeroso y triste que espera nuestro abrazo y compasión.
Ahí comienza todo y también termina.
Ahí está la causa y también la solución.
Ahí está la libertad.
Comentarios
Publicar un comentario